First Posted: Dec 04, 2015 12:33 PM EST

Un experto venezolano en redes sociales, compartió una columna en el sitio Univisión sobre la situación que se vive en su país durante la temporada de elecciones presidenciales.

Luis Carlos Díaz, experto en redes sociales, comentó que los ciudadanos se mantienen informados gracias a sus teléfonos celulares, dado que la censura logra mantener silenciada a los medios locales en la televisión y la radio; sin embargo, es imposible saber si lo hacen por complicidad con el gobierno o el miedo al mismo.

Estas acciones de depresión, han afectado la temporada de elecciones, donde los candidatos no han podido realizar una campaña normal, dado que la gente no sale de casa por la inseguridad o ni siquiera está enterada de quienes sean los candidatos de su zona.

El próximo 6 de diciembre será la primera vez que la oposición venezolana llegue a unas elecciones con un empobrecido ambiente informativo que deja a oscuras a la mayor parte de la población.

Hace más de un año que los eventos, manifestaciones y protestas de la oposición no tienen cobertura en vivo en los canales de televisión abierta. Escuchar a un líder político hablar exige seguir algunos pocos programas de radio, ver videos en YouTube o dilapidar megas de conexion lenta en Periscope, comenta Luis Carlos Díaz en su columna.

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Poder enterarse de la situación en Venezuela para alguien que se encuentra en el "campo de batalla" es algo casi imposible, como si se tratase de un cazador furtivo que no sólo debe salir a ver qué cola de comida consigue ese día, sino también qué datos e informaciones logran burlar el cerco de control que cada vez es más grande.

Para enterarse de lo que sucede en dicho país, uno debe seguir muchos medios digitales, atar cabos y complementarlos con lo que pocas emisoras transmiten, todo a base de los 140 caracteres que ofrece Twitter.

En la actualidad, 1 de cada 4 diarios venezolanos no consigue papel suficiente para imprimir. La razón directa es su línea editorial. El hecho fue reconocido incluso ante la Naciones Unidas por William Castillo, presidente de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones, el organismo encargado de mantener la espada de Damocles sobre los medios del país, incluidos los digitales.

Diarios como El Nacional, El Carabobeño, El Impulso entre otros históricos, han reducido cuerpos y páginas para alargar su agonía. Otros como el combativo TalCual o el Correo del Caroní, debieron convertirse en semanarios.

Mientras tanto, la prensa pro-gobierno no sólo consigue todo el papel que necesita, sino que mantiene precios irrisorios o se entregan de forma gratuita, porque la censura para el chavismo no significa silencio sino más bien saturación y ruido. En el Caribe gustan los parlantes a todo volumen para evitar la congoja.

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En la televisión ocurre lo mismo, el canal Globovisión fue vendido a capitales privados afines al chavismo, por lo que la línea editorial cambió por completo a costa de perder a su audiencia. En medio de la crisis, los medios se han ido vaciando de contenido. Aunque sigan al aire, pero no agregan valor para que la ciudadanía se informe.

Medios privados grandes, como Venevisión y Televén, han sacrificado espacios de información, opinión, e incluso humorísticos, para no incomodar al poder. No han posicionado un solo titular o investigación en la opinión pública. Las redes lo logran casi a diario. La televisión venezolana no se enteró que hubo torturados por las protestas de 2014 y el país no se hubiera informado de no ser por las redes sociales.

Este año hay nuevas formas de informar, los videos en streaming móvil, como Periscope, que aún es inaccesible para un gran sector de la población debido a que Venezuela tiene el promedio de velocidad más bajo del continente (2 megabytes), y las mensajerías cifradas, que permiten conversaciones más seguras y fuera del monitoreo gubernamental sobre redes sociales y llamadas. La gente sabe que el Gobierno espía porque sus representantes transmiten grabaciones ilegales de forma impune en los medios del Estado.

La realidad es que las redes narran la cotidianidad de un país atizado por la inflación más alta del mundo, la segunda peor tasa de homicidios, más de un año sin boletines epidemiológicos después de romper récords de dengue y malaria, además de la escasez de alimentos y medicinas más atroz que conozca el continente en la actualidad.

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