Tal y como se esperaba, la Cámara de los Lores, donde el Gobierno no dispone de mayoría, ha aprobado en la noche de este miércoles una enmienda exigiendo al Ejecutivo que garantice los derechos de los ciudadanos de la UE que actualmente residen en el Reino Unido. La enmienda 9B, presentada por la laborista Baronesa Hayter, se impuso por mayoría de 102 votos (358-256).
El revés político que sufre May es más simbólico que de calado, pues el Gobierno ya ha anunciado su intención de revertir el voto de los lores en la Cámara de los Comunes, donde sí goza de mayoría. La Cámara no electa se ha mostrado más europeísta que la electa, pues la Ley del Brexit fue aprobada en los Comunes sin que la oposición lograse sacar adelante una sola enmienda, en parte por la calamitosa situación del Partido Laborista, hundido bajo el liderazgo de Corbyn, un euroescéptico que ordenó apoyar el Brexit duro de May.
El Gobierno se ha declarado «decepcionado» por el voto de los lores, pero anuncia que lo tumbará en los Comunes, en lo que los politólogos ingleses ya denominan «una partida de ping pon parlamentario». El Ejecutivo ha recordado que también es partidario de garantizar los derechos de los 3,2 millones de comunitarios que viven en el Reino Unido, pero «tan pronto como se pueda». May se niega a dar garantías a los europeos que viven en Gran Bretaña mientras la UE no haga lo mismo con los 900.000 ciudadanos británicos que residen en los 27, el mayor número de ellos en España (308.805).
Una coalición que agrupa a trece asociaciones de comunitarios en Gran Bretaña y británicos en otros países de la UE celebró el gesto de los lores con un «estamos encantados» y lo saludaron como «un paso positivo en la buena dirección.
Antes de la votación la presión sobre los lores había sido muy fuerte. La prensa más brexiter y el ala más eurófoba de la bancada conservadora habían llegado incluso a amenazar con acabar con la Cámara no electa, tachándola de arcaica y no democrática. Theresa May también intentó influir a los lores con el gesto insólito de presentarse en la Cámara alta a seguir la primera jornada de sus debates sobre la Ley del Brexit, algo casi insólito en un primer ministro.