Amy Anderson es una mujer estadounidense que enfrentó uno de los procesos más grandes de toda madre, recibir a su bebé de 20 semanas de gestación muerto.
El pequeño Bryson nació sin vida después de que en el proceso de gestación presentara problemas en el tracto urinario, por lo que su madre decidió darle sentido a los cientos de litros de leche que su cuerpo producía para alimentarlo.
"Me dije a mí misma, OK, tengo esta leche. Ahora tengo que averiguar qué hacer con ella", dijo Amy en entrevista con Today.
Después de investigar sobre todos los beneficios que la leche materna genera para los recién nacidos, Amy empezó a bombear los litros de leche que producía su organismo.
En cuestión laboral, la ley estadounidense no implica beneficios a las madres que han perdido a sus bebés recién nacidos o a las madres sustitutas, por lo que en el empleo de Amy no le dieron permiso de ausentarse de momentos para extraer leche; sin embargo, su jefe le recordó que su hijo había muerto y no tenía permiso, por lo que ella decidió renunciar y dedicarse a luchar para cambiar la terminología de la ley para ser formalmente incluyente de todas las mujeres en periodo de lactancia.
La labor de Amy permitió desarrollar un trabajo de investigación, lo que la llevó a descubrir sobre la enterocolitis necrotizante (ECN), una enfermedad intestinal dolorosa que hace que parte de los intestinos mueran y es la segunda principal causa de muerte para bebés prematuros . El uso de la leche materna puede reducir el riesgo de ECN en un 79 por ciento, según revela Today.
El proceso de extracción de leche duró ocho meses, donando 348 litros de leche materna las cuales donó a cinco bancos de leche en cuatro estados de Estados Unidos y Canadá.
En total 30 mil comidas para bebés fueron donadas por Amy en honor a su pequeño Bryson